
Ojo plenipotenciario de la eternidad, en Dios convergen los mejores atributos de las camaras de vigilancia, los microfonos espia, el aliento de las fuerzas policiales, la coacciòn censora de los salvapatrias religiosos, los vecinos chismosos y hasta el impulso represor de mama y papa. Nada ni nadie se escapa a la suave mirada, paternalista y reprobadora, de aquel a quien solo el cabecilla del vaticano puede considerar su jefe directo.
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