No tengo la obligación de confesarles nada porque ustedes
son los que deben confesarse ante mí, pero para que este relato fluya adecuadamente
y a manera de venganza con 25 años de retardo, les voy a compartir la siguiente
historia:
Tienen ustedes que su padrecito
favorito hace muchos años era adicto a los video juegos. Sí, yo era de esos
vagos que se quedaban con el cambio de los mandados para írselo a gastar en las
maquinitas de Rufo o Asteroides, que eran unos tugurios de mala muerte ubicados
en el centro de la ciudad de Durango, donde se juntaban los más reconocidos
tahúres de ese ambiente; había de todo, hagan de cuenta que eran como la
cantina de Mos Eisley de Star Wars. Por lo general no compartía palabras con los
integrantes de las pandillas que se daban cita en esos lugares, pero en una
ocasión me ocurrió lo siguiente:
Pos a finales de la década de 1980
cuando me regresaron unos discos de Metallica que había prestado y para pasar
un rato de solaz esparcimiento, me metí al Asteroides para jugar un rato; en
eso un cuate que le decían el “Jimmy” vio mis discos y me dijo que él también
era rockero, que cuáles bandas me gustaban y demás cosas relacionadas con el metal.
Hicimos buenas migas no obstante que el Jimmy era más grande de edad, y como
tenía música importada tuvo la amabilidad de grabarme en cassette el disco
Blessed is the black del grupo Coven. Pos en una de esas ocasiones cuando llegué
al Asteroides mientras estaba hipnotizado viendo como llegaban al final del
Street Fighter 1, de repente me dieron
dos fuertes golpes en el hombro, y cuando voltee me di cuenta que era mi “cuate”
el Jimmy, le reclamé que no fuera tan llevado y me dijo que no fuera chillón,
que me aguantara. Pos a partir de ese momento cancele mis relaciones
diplomáticas con esa chusma.
Más de 25 años después de ese agravio,
mientras me encontraba sumergido en una investigación periodística, me encontré
una curiosa reseña-crítica-reflexión firmada por César Curiel Moreno, publicada
el 21 de enero de 1990 en El Sol de Durango. Como el texto es una extravagante
muestra de hacer periodismo sobre el heavy metal de ese tiempo y no tiene
desperdicio, lo voy a reproducir textualmente, y mis comentarios son todos los
que van en paréntesis y letra cursiva:
Sonidos de vanguardia
Por César Curiel Moreno
El rock no
es un pasatiempo de gente que quiera agarrar fama (pues como es bien sabido,
aquí en Durango quien se dedica al rock alcanza el estrellato), el rock es
cultura, pero nótese bien, “cultura” y que está pasando, la música no es un
juego y se debe respetar, si yo no sé tocar guitarra, no me voy a meter a un grupo
para demostrar que yo soy rocker, aunque tenga muchas ganas, pero eso ya va a
conciencia de cada quien (es decir: punks y desconocedores no se metan con la
música que a mí me gusta porque no la respetan como yo, la ultrajan. Y si no
hacen caso de mis eruditas consideraciones, su conciencia los castigará).
Yo por mi
parte, prefiero respetar la música y no echarla a perder (cual si fuera un sommelier),
ya que el rock se lleva por dentro y no por fuera, y para eso existen muchos
ejemplos, mire, algún día póngase a platicar con un niño fresa de los que se
ponen a consumir nieve en Helados Bing (cuyo equivalente actual sería Paseo
Durango) los domingos, búsquelo lo más estrafalario que pueda y que se vista
como todo un rocker, a simple vista por la indumentaria que trae puesta usted
puede pensar que a este joven le gusta el Trash Metal o el Blanck (achis, ¿el
Blanck?, seguramente quizo decir el Black Metal, pero como está muy indignado
se le revuelven las palabras), se le acerca amistosamente y le pregunta cuales
son sus gustos.
Este lo
verá de arriba a abajo, le dará una buena absorbida a su ice cream y le dirá: A
mi me gusta el rock de vanguardia, usted le dirá ¿Cómo que grupos? Y el con una
prepotencia nata de burgués le responderá ¿tienes el importado de los Hombres
G, o el primero del Miguel Bosé? (es decir, no importa que no sepa escribir
bien los nombres de los discos de mis grupos metaleros brutaaaaaaales, pero el
rock es del pueblo y como a nadie le hierve el heavy metal en las venas como a
mí, nadie debe tocarlo. Soy proletario, pero metalero y feliz y qué).
Con este
ejemplo quiero decir que las apariencias engañan (que bueno que aclaró, creí
que era un metalero extremista y resentido).
Después de
esta breve y provechosa introducción (breve y provechosa JAJAJAJA), hablaremos
un poquito (pues ya qué, se consumió todo su espacio disciplinandonos) de un
grupo local que está queriendo hacer algo dentro del rock, les falta mucho,
pero el que persevera alcanza (o sea, es una banda de baja ralea).
El grupo
nació en esta ciudad el 10 de julio de 1989 con tres integrantes Martín, Adrián
y al que le apodan El Yerba (quien sabe por qué), desde un principio quisieron
sacar algo original pero por falta de experiencia no lograron hacer mucho
(JAJAJAJA).
¡Y así
terminó el artículo! Debido a que el autor ocupó su espacio
regañándonos por no saber nada de heavy metal, además de considerarnos unos
posers punketos que andamos metiéndonos en sus terrenos, al final se acordó que
iba a hablar de los duranguenses Dark Profanator, a quienes a final de cuentas denigró.
¿Y qué tiene que ver esa nota con
lo que les estaba platicando? No piensen que ya estoy desvariando como el autor
del artículo. Lo que pasa es que el famoso “Jimmy” ¡era integrante de Dark
Profanator! Es el que está a la
izquierda en la foto, tocándose el bajo (click en la foto para verla más grande, en toda su plenitud).
No es que no hubiera podido vivir mi vida
en 25 años, pero sin saberlo había sido vengado desde entonces. Justicia
divina. Amén.
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