El presente escrito fue redactado hace décadas por Aleister Crowley, pero sigue teniendo vigencia. Y si no me creen, chéquenlo:
"Los vinos blancos y cervezas de Europa, tomados en cantidades moderadas no sirven; no hay un momento fijado para ser feliz, así que debe ser uno mismo quien se anime. En la comida, solo o con amigos, y por el contrario de la fiesta, uno puede tomar con desahogo un borgoña o un burdeos. uno tiene toda la noche para disfrutar y no tiene porque correr ¡Pero el neoyorkino común no tiene tiempo ni siquiera en una fiesta! Casi lamenta el momento en que cierra su oficina. Tiene todavía ocupado el cerebro por sus planes. Cuando quiere “placer”, calcula que puede escatimar solo media hora para ello. Tiene que verter, garganta abajo, los licores más fuertes y en la mayor cantidad posible.
Imaginad ahora que ese hombre (o mujer) que dispone de poco tiempo, decide reducirlo sensiblemente. Ya no puede malgastar diez minutos para obtener “placer”, o no se permite beber desinhibidamente ante otras personas. Pues bien, su solución es sencilla: procura el efecto inmediato de la cocaína. No existe vestigio alguno; puede mostrarse tan reservado como cualquier eclesiástico pueda desear.
El mal de la civilización es la vida intensa. La naturaleza humana exige placer; los placeres saludables exigen ociosidad; debemos elegir entre la intoxicación o la siesta.
Por otra parte, en ausencia de clima, la vida exige conversación; debemos elegir entre la intoxicación y el cultivo de la mente. No existen drogadictos entre la gente cuyo interés primordial es la ciencia y la filosofía, el arte y la literatura."
Para leer mis otros sermones sobre Aleister Crowley, click aquí.
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