Defendiendo el honor patrio a través de un partido de futbol - Juegos olímpicos Londres 2012


Para su Reverendo Metálico por excelencia, uno de los grandes misterios del universo es el fervor futbolístico del mexicano. Pero no obstante que soy bien macho, paradójicamente el futbol me repatea, no lo soporto por aburrido y además es el equivalente masculino de las telenovelas.
Por tal razón, la gran hazaña de que nuestra selección mexicana varonil de futbol pasó a la final de los juegos olímpicos, más que un gusto, para mi es una maldición porque debido a que indefectiblemente se ganará una medalla (de oro o plata), será el pretexto ideal para que los futboleros se pongan borrachos, pasearán en sus carros con el lábaro patrio cometiendo infracciones viales, honrarán la camiseta de la selección mexicana de futbol como si fuera un objeto sagrado, y soportaremos sesudas explicaciones filosófico-metafísicas sobre las proporciones universales de la obtención de una medalla. En lugar de eso, mejor deberían de dignificar a su país ofreciendo lo mejor de sí en sus actividades cotidianas; en fin.


La única explicación más o menos lógica para la locura futbolística nacional, la he encontrado en los escritos del finado Carlos Monsivais. Por ejemplo, el insigne maestro escribió en su libro "Entrada libre":

En el estadio de futbol, la pasión no deja lugar a dudas. Es deportiva y es nacional, y la sostiene el alborozo (bien de todos, consuelo de las generaciones pasadas) de ver a cada uno de los espectadores auspiciando lo mismo, idéntico nudo en la garganta, idéntico clamor de guerra y victoria que impregna los más oscuros confines del estadio, idéntica sensación hogareña de hallarse tumultuosamente en una gran sala, la mayor del mundo, frente al televisor. Se canta el himno nacional con sentimiento genuino (¿Qué es un campeonato de futbol sino la enésima guerra mundial?) y no hay quien no recuerde y le recuerde al de junto que en el juego anterior, al descomponerse el equipo de sonido, la multitud se sobrepuso y sustentó con genio decibélico la inmortal composición de Nunó y Bocanegra, reiterando lo ya sabido: en épocas agónicas el nacionalismo es la seguridad mnemtécnica de que hay cosas que ya no se olvidan.

...

En un campeonato la reacción del público ante un gol es lo que gusten, manden y demanden la legión de psicoanalistas y sociólogos, posados sobre cada partido: rendición inesperada del himen colectivo, asalto al vientre materno, trauma solucionado de un solo tiro, hazaña que comentar sin termino a lo largo de esa vida longeva que es la próxima semana. En el estadio, un gol de la selección [mexicana] es la oportunidad de enfrentar a las banderas con el viento, de ondear los ánimos como si fueran banderas, de agitar las comparaciones haciendo de la ocasión pasto de la poesía instantánea.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si, yo también me temo todos los desfiguros que harán los fanáticos del futbol, pero bueno, es de comprenderse... la selección siempre pierde


Tal vez vea el partido (si no hay nada mejor en la tele)

Saludos!!

Ingeniero dijo...

Deje usté, ahora los futbolistas serán semidioses, dignos herederos de Prometeo y escogidos para llegar al Valhalla en el corazón de cada mexicano futbolero y nuestros problemas cotidianos desparecerán como por arte de magia y seremos, ahora sí, un país de primer mundo con un equipo de fútbol que está para cosas grandes y... todo por un chinche partido de fútbol que, al igual que usté, ni me gusta.